La Cuestión catalana (III). Apéndice histórico II: Revisando mitos.

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Francesc Macià, president de la Generalitat de Catalunya (1931-33), amb membres del govern, parlamentaris i autoritats militars. A la dreta de F.Macià i Ll.Companys. Fuente: http://www.enciclopedia.cat

Tras el asombroso barrido musulmán de la Península y su incursión en territorio Franco llegando hasta Toulouse y Tours en el primer cuarto del Siglo VIII, durante la segunda mitad del mismo y con la llegada al poder de Carlo Magno los francos avanzan hacia el Sur obligando al califato de Córdoba  a ceder terreno e integrando a las fronteras carolingas diversas comarcas al sur de los pirineos instalando en ellas Condes francos o autóctonos que las defiendan bajo el dominio Carolingio. Es aquí cuando nacen los Condados de Barcelona, Pamplona, Rosellón, Aragón, Jaca, Urgel, Gerona, etc.

A su vez, en la mitad occidental del norte peninsular sobreviven y empujan hacia el Sur cántabros, vascones, Astur-leoneses y gallegos. Hacia el Siglo XI, como decíamos, estos reductos ya se han concretado en los Reinos-Territorios de Galicia, León, Castilla, Pamplona-Navarra, Sobrarbe (Aragón) y los Condados catalanes.

Durante los siglos XII, XIII y XIV se suceden los acontecimientos políticos y económicos. El Condado de Barcelona durante los siglos XIII y XIV se convierte en una de las grandes potencias marítimas y económicas del Mediterráneo a la vez que mantiene intensas relaciones con el vecino y también próspero reino de Aragón. De hecho, desde mediados del Siglo XII, Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, asume el reino de Aragón tras su boda con Petronila, hija única de Ramiro, rey de Aragón que le cede el reino a Berenguer y se retira a la vida monástica.

Primero Mito a revisar: La fusión de Cataluña y Aragón no es fruto de ninguna invasión ni proceso cruento entre ambos reinos y son los condes catalanes los que pasan a dirigir la Corona durante casi tres siglos.

Durante este periodo, la corona de Aragón se sigue expandiendo hacia el Sur arrebatando territorios a los musulmanes, Valencia pasa a ser parte de la corona con cortes y fueros propios. Catalanes y aragoneses se enfrentan en varias ocasiones por cuestiones de frontera intentando delimitar las zonas de influencia Aragonesa y las catalanas, y el reino llega a incorporar a sus fronteras Montpellier, Nápoles, Sicilia, Córcega, Cerdeña, Baleares y algunos territorios griegos en lo que viene a ser un auténtico imperio marítimo mediterráneo de la Corona de Aragón bajo mando de las dinastías de Condes de Barcelona.

En 1410 muere sin descendencia  Martín I,  geronés de nacimiento y último Conde de Barcelona al mando de Aragón y tras unos años de vacío de poder  y la firme decisión de desestimar los intereses del Conde de Urgel  (Jaime II) hacia la corona y no encontrar candidato idóneo entre los nobles catalanes, valencianos y aragoneses, éstos firman en 1412 el compromiso de Caspe nombrando nuevo Rey a Fernando de Antequera, miembro de la dinastía castellana de los Trastámara e hijo de Leonor de Aragón (hermana del rey Martín I) y por tanto catalán y aragonés por parte de madre.

Segundo mito a revisar: Parece que tampoco Castilla invade Aragón ni Cataluña y es la federación de cortes aragonesas (Aragón, Valencia y Cataluña) quien decide entregar el Reino a un Trastámara con derechos a la corona, sobrino directo del Rey Martín.

Fernando I de Aragón y Alfonso V el magnánimo mantienen la estructura tradicional “federativa” del Reino con sus tres cortes activas y sus dominios mediterráneos y Fernando II, el católico, hará lo propio a la vez que se une en matrimonio con Isabel, a la postre heredera y reina de Castilla. Y es ahora, acabando ya el siglo XV que Aragón y Castilla quedan unidas en un solo reino teórico que engloba diversos territorios forales, desde Navarra (está sí anexionada por Fernando mediante invasión y guerra en 1513) a Cataluña, Aragón o Valencia y múltiples territorios mediterráneos que llegan hasta Atenas.

Durante el siglo XV Cataluña ha perdido gran parte de su predominio comercial marítimo por varias razones, entre ellas los acuerdos de genoveses y venecianos con las nuevas ciudades atlánticas de Portugal y Castilla que están constriñendo al comercio catalán que se encuentra diluido en demasiados frentes a la vez (en 1381 y 1383 se registran espectaculares quiebras de los principales bancos privados de Barcelona) y por tanto, Génova se hace con el control del floreciente comercio de la lana de oveja castellana desplazando los tradicionales intermediarios catalanes y aragoneses. Las continuas incursiones francesas por el norte  y varios episodios de peste en Cataluña durante el siglo XIV, la dejan definitivamente lejos del esplendor de los dos siglos anteriores. La alianza de Fernando con Castilla es seguramente la estrategia política más inteligente que podía llevar a cabo Aragón para que la corona no se hunda en su propia decadencia comercial y política.

A partir de aquí la historia es mejor conocida por todos. Carlos V hereda ambos reinos que ya son uno (sólo en teoría) iniciando así la dinastía de los Habsburgo añadiendo los territorios del norte de Europa que le tocan por derecho dinástico y las recién descubiertas Indias occidentales. Casi ná.
El reinado de Carlos I es una balsa de aceite para Cataluña que ve como éste se dedica a sangrar Castilla para sus propósitos imperialistas aumentando impuestos por doquier a sus seis millones de habitantes mientras deja bastante en paz a los maltrechos 300.000 habitantes de Cataluña. De hecho en Castilla se odia al nuevo Rey y se levantan las rebeliones de los Comuneros pidiendo derechos y fueros (curioso esto, eh?), mientras que en Cataluña nadie dice esta boca es mía.

Tercer mito a revisar: La corona de Aragón y el principado catalán mantienen prácticamente hasta la llegada de los Borbones una situación privilegiada en cuanto al peso de la financiación económica de campañas, ejércitos y aventuras comerciales que tanto Carlos V como Felipe II hacen recaer en la población castellana. Igual no siempre los vecinos somos una tara. Durante estas décadas, Cataluña y Aragón se fortalecen de nuevo, tienen una recuperación demográfica importante y vuelven a florecer los negocios, aunque por el contrario partida quedan fuera de los tratados comerciales con América.

Las siguientes décadas la administración de los Habsburgo es bastante laxa y se siguen manteniendo en líneas generales los derechos y fueros de los territorios que históricamente así los tenían. Otra cosa es que se reunieran cortes y si se reunían que se les hiciese caso.
Desde finales del reinado de Felipe II, hasta Carlos II, la España imperial entre en barrena, ante todo económicamente hablando y durante más de un siglo hay una fuerte crisis social en la España del 1600, momento en el que a nadie le interesa seguir en el barco y parece bastante más interesante saltar por la borda.  Bien es verdad que la política del Conde Duque de Olivares para intentar mantener la preponderancia hispánica en Europa se hace totalmente insostenible, cara y asfixiante.

Será ahora cuando se dé el primer intento secesionista catalán y las razones son bastante evidentes: larga crisis económica, presencia de ejércitos extranjeros en suelo catalán (ejércitos castellano y aragonés “necesarios” para proteger las fronteras con Francia en plena Guerra de los treinta años, pero que nunca son deseados en territorio propio), abusos de dichos tercios entre la población catalana, introducción de algunos de los impuestos que se pagaban en Castilla, reducción de las prebendas medievales de la nobleza catalana y la no convocatoria de sus Cortes y sobre todo la nueva política centralizadora del Conde Duque de Olivares que pretende unificar los reinos y subir los impuestos.

En 1635 Francia aprieta en el norte invadiendo el Rosellón y catalanes, castellanos y aragoneses  forman un  gran ejército que logra liberar la plaza cinco años después, en 1640. Tras el éxito el Conde Duque manda una nueva leva forzosa de 5.000 almas catalanas  pretendiendo invadir terreno francés y pactar la paz, que acaba por enervar del todo a la opinión pública catalana, no sin razón esta vez. La consecuencia es que Richelieu (primer ministro francés) y miembros de la Diputación de Barcelona, la Generalitat y los Consellers llegan a un acuerdo ratificado en 1641 por el que Cataluña pasa a declararse bajo la soberanía del Rey Luis XIII de Francia. Tanto Richelieu como Luis XIII mueren poco después a la vez que los catalanes comprueban que las delicias de los ejércitos de su majestad Le Roi, son las mismas o peores que las de Felipe IV y el Conde Duque, que de paso fue cesado por éste cambiando en gran parte el sentir catalán y la dirección de la Guerra y del levantamiento.

La Paz de Westfalia primero y el Tratado de los Pirineos después acabarán devolviendo las aguas a su cauce pero en el camino se quedan el Rosellón y parte de la Cerdaña en manos francesas en contra de las instituciones catalanas y Cataluña vuelve a integrarse en la monarquía hispánica, que aunque a su pesar, es seguramente la única opción inteligente en una Europa belicosa y más revuelta que nunca.

Si ya hay un sentimiento anti-unionista en Cataluña, quien lo va a acabar de arreglar del todo es Felipe V y la Guerra de Sucesión.

Cuarto mito a revisar: Felipe V no es primo-hermano de cada español y no nos sentimos responsables de su guerra ni de su asedio a Barcelona. Tampoco es una guerra contra Cataluña, sino una guerra internacional por la sucesión del trono de España a la muerte del último Habsburgo sin descendencia (Carlos II). Confrontación en la que Cataluña empieza apoyando gustosa a Felipe de Anjou, que jura sus fueros, cortes y leyes y que acaba apoyando abiertamente al Archiduque Carlos de Austria plegándose a los intereses británicos y de los países bajos, importantes socios comerciales de las clases altas catalanas. Las mismas que en pleno asedio de 1714 salen por patas de la ciudad y se convierten en defensoras y valedoras de Felipe de Anjou.

Si queréis saber más sobre ello, os recomiendo leer este interesante artículo de Carles Geli: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/09/11/catalunya/1378889018_419571.html

Mal que pese a quien quiera en Cataluña y sus historiadores. El Siglo XVIII y la nueva estructura administrativa de los borbones suponen un fortalecimiento estructural. Aragón pasa a organizarse de forma casi idéntica a la antigua Castilla pero también ahora se les otorga el derecho a comerciar con América y la sociedad aragonesa y catalana prosperan y se reponen de las calamidades del siglo XVII. El coste es la abolición de sus prebendas históricas, exceptuando el derecho civil que sí fue respetado por el monarca.

Cataluña empieza a vivir un proceso de industrialización bastante fuerte al amparo de los nuevos y florecientes negocios y empieza a aparecer una nueva clase social, el proletariado, que junto a la Revolución francesa, Napoleón y la revolución industrial van a provocar un intenso Siglo XIX en Cataluña y en el resto de España. Las pretensiones al trono de Madrid no cesarán y surgirá el Carlismo y junto a él y prácticamente de su mano, El Nacionalismo. Se sucederán unos dos mil golpes de Estado y cambios de gobierno, expulsiones de monarcas, advenimientos republicanos, gobiernos liberales y conservadores y desgraciadamente una cruenta Guerra Civil que desembocará en treinta y cinco años de una Dictadura absurda que se empeña en negar la más mínima evidencia de los diferentes sentimientos regionales y tras ella la Transición, que igual se pudo hacer mejor pero que parecía bastante válida y ahora, desde 2008 o yo diría que antes, una crisis económica tan fuerte como la de las décadas de 1630 y 1640 y las ganas de saltar del barco por la borda ya están aquí de nuevo, intactas.

Conclusiones: Simplificar más de mil años de historia en unos cuantos folios no es tarea fácil. No hay que olvidar que la historia está llena de hombres y mujeres cuyos nombres no constan en los anales como decía Bertolt Brecht, pero no puedo hablar de todo ello sin intentar escribir un libro entero, cosa que ni se me pasa por la cabeza. Si acaso os recomiendo que leáis “La España Imperial” de J.H. Elliot.

Es evidente que Cataluña tiene una historia y cultura propia, negarlo es de necios y somos muchos los que nos sentimos orgullosos de ella, no tenemos ningún problema en compartirla, admitirla y fomentarla. A veces Cataluña ha sido la punta de lanza de esta historia común y otras ha sido remolcada y beneficiada por el esfuerzo del resto.
Se trata justamente de eso, de fortalecernos mutuamente y de no crear fantasmas donde no los hay.

Da igual cómo la contemos (esto no es verdad, pero bueno), he intentado hacerlo de la más breve y mejor manera posible y seguro que estoy cometiendo muchos errores y dejando sin citar grandes lagunas de tiempo y sentimientos, el caso es que tenemos una Historia de mil años conjunta que nos une si queremos y que nos separará si queremos. Yo prefiero pensar que nos complementa y que como dice una amiga mía “hace mucho frío ahí fuera” para separarnos unos de otros.

Por último os pido disculpas por la longitud de esta serie de artículos sobre la cuestión catalana. He incumplido mis propias normas, pero creo que la ocasión y la importancia del tema lo requerían.

9 comentarios en “La Cuestión catalana (III). Apéndice histórico II: Revisando mitos.

    • ¿Más? Rosa estás que te sales. Avidez por aprender y eso es muy bueno. Me he pasado 6 días leyendo y repasando, no creas que voy por ahí con los conocimientos a flor de piel, hay mucho trabajo detrás.
      No sé si puedo ayudarte en algo pero tú pregunta y si sé algo te lo cuento.

      Un abrazo y gracias por estar ahí.

  1. ¡Impresionante y ameno resumen! Además, a pesar de tu «aburrimiento», me parece de un tono didáctico y dialogante que se echa de menos en la mayoría de debates actuales respecto al tema. Aunque pueda discrepar de algún punto, (comparar la importancia de ciertas diferencias fiscales con la negación del comercio con América) estoy de acuerdo en la mayoría de ellos, aunque reconozco que no tengo tus conocimientos en historia hispánica. Sin embargo, hay un elemento importante que creo que saltas desde mi punto de vista. La continua tarea durante siglos de presión para crear una hegemonía cultural, ya sea de forma brutal y evidente (decretos de nueva planta, dictaduras ) o sutil (Olivares, revisiones del Estatut, repartos de frecuencias de radio o TDT, políticas de doblaje).

    Estoy de acuerdo que probablemente la transición se hizo de la mejor manera posible, y que la Constitución ha sido una herramienta verdaderamente útil para proteger las libertades básicas que realmente importan. Pero usarla continuamente como texto sagrado e intocable con el argumento de que se aprobó por mayoría entonces, es olvidar la enorme presión del momento histórico (como analogía, se podría recordar que el PCE para ser legal tuvo que aceptar la monarquía, la bandera rojigualda, etc…)

    Comparto tu idea de mejor unidos, y de que hace frío ahí fuera, creo que la historia de los condados catalanes lo demuestra, siempre aceptando un paraguas común, básicamente con el resto de España pero en ciertos momentos en Francia (o con las estructuras antecesoras de ambas). Pero me parece evidente que este enfoque debería ser actualmente en el marco de la Unión Europea, una estructura dónde no existe una única herencia o cultura mayoritaria y central que presione continuamente a sus periferias. También me gustaría señalar que intentar unir con amenazas acostumbra a tener el efecto contrario, ya sea en una pareja o en un estado.

    Disculpa si el comentario ha tomado un tono más político que histórico.

    Un placer leerte, desde la diferencia, pero con gran respeto.

    • Hola amigo, me gustaría saber tu nombre si no te importa.

      Gracias por tu comentario. Es muy bueno y apunta matices muy interesantes que yo me he saltado porque ya estaba agobiado viendo la longitud de lo que estaba escribiendo. 😉 Intuyo que eres catalán o afincado en ella ¿cierto? Si es así, ojalá abunden muchos como tú, que seguramente con otros muchos como yo esto lo solucionamos en un plis. Comparto punto por punto tus matices y los a veces denodados esfuerzos por borrar del mapa las distintas identidades del Estado. También hay que pensar que estamos hablando de la llegada del Estado absolutista y centralizador de los Borbones y que extrapolar nuestros conceptos de libertad y democracia al 1700, no tiene demasiado sentido. Por otra parte me da la sensación que Cataluña y Aragón en general se la jugaron con el apoyo al Archiduque y que los decretos fueron la venganza personal de Felipe V. En cualquier caso, yo es que no me identifico para nada con este señor como menciono en el artículo, igual que no comulgo con la bestial represión morisca de Felipe II en la Granada del XVI, que seguramente nos privó de grandes herencias de la población árabe granadina. HUebiera sido bonito que ochenta o cien mil musulmanes granadinos siguieran siendo parte activa de esta ciudad, pero a ver cómo le explicas eso a Felipe II.

      La opción europea que apuntas es muy inteligente. Habrá que seguir construyendo un entorno que nos convenza a todos y de eso va mi artículo. No creo que separarnos unos de otros nos lleva a buen puerto a ninguno. Es una opinión sincera y personal.

      Un saludo.
      Nani.

  2. Ay por dios! Que falta de análisis histórico tenemos en nuestras sociedades «i pollas». Me alegro que haya personas como tú que hagan que nos beneficiemos de la historia y su poso de conocimiento, que para eso está, entre otras cosas. Gracias Nani!

  3. No se como he llegado aquí!!! Empecé leyendo una noticia del Europa Sur y acabo en esta entrada en un blog. Me alegro un montón de haberlo hecho.
    Magnifico resumen para los no versados como yo. Enhorabuena!!!!!. En el aspecto opinable de la cuestión, no puedo estar más de acuerdo contigo. Saludos.
    Pd: Te seguiré por aquí, por supuesto.

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